Compases y Cantos

Joropo.


En una de tantas noches en vela jugaba a cambiar canales buscando algo más aburrido que mi angustia por no dormir, veo a unos músicos y a una mujer, subo el volumen, escuché algo así como un joropo, casi melancólico, suave y sin viento, pero era venezolano, con la atención que le puse algo en el encuadre no me convencía de la familiaridad. Yo había estado leyendo por encima algo sobre un músico iraquí del siglo VIII, un músico de palacio, que estableció la primera escuela de canto en Córdoba, después que los Abasí derrotaron a los Omeyas y conquistaron Damasco (Siria) en el año 750, donde se impone la cultura abasida y los Omeyas se desplazan a occidente, entrando por Marruecos y conquistando Hispania (España). El primer Califa en Córdoba, Abd Al-Rahman I, mandó a buscar a los “mejores músicos” (musulmanes y judíos), y entre ellos estaba Ziryab, el músico nacido en Bagdad, quien dejó un legado de unas diez mil canciones, y transformó el Laúd. Este instrumento tan hermoso y tan árabe dio origen a la guitarra de 4 cuerdas, a la de 6 cuerdas, a la bandolina, y a otros, parece que uno de esos otros es el cuatro. Y resulta que el fandango antecede al joropo, y que la conexión entre África y América también está signada por la conquista de los califas árabes a la Península Ibérica. En la humanidad no existen formas puras, ni musicales ni de otro tipo, todas las formas son mestizas, en espiral y con ramas, una de esas ramas es parte de lo que nos constituye, la humanidad es diversidad, lo mejor siempre se crea por la convergencia, y nos deja saber cuánto de nuestra propia cultura no viene sólo de España, sino de tantos lugares, y en lo que toca al joropo, del Medio Oriente. Me estaba cayendo de sueño y veo el Laúd, la mujer arrullando con esas últimas palabras en otro idioma, ya terminaba la película, con esa música venezolana, tan ibérica, tan árabe.  


Eudin Ramos Hilarraza

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