Eudin Ramos Hilarraza
La fulía cumanesa es un tipo de música de
ritual, de tradición religiosa, que está reservada para una época del año. A
pesar de que toda música se baila, nuestra fulía, no suele bailarse por respeto
a la cruz, al madero de la cruz de Cristo, que en el oriente de Venezuela se
celebra en mayo. Se trata de un canto de mucha libertad y amplitud, donde se
hace gala de la capacidad vocal de l@s intérpretes; suele acompañarse con
cuatro, guitarra, y bandolín, aunque, por supuesto, pueden incorporarse o
suprimirse instrumentos.
La fulía cumanesa suele hacerse en tono
menor (triste y/o melancólico), y eventualmente cambiar a su relativa mayor
(alegre y/o festivo) como en una especie de metáfora de la exaltación. La fulía,
como figura dentro de la música, tiene un origen antiguo y es, en definitiva,
una forma musical, antigua y española (es la forma de origen más reconocida
hoy) aproximadamente en el siglo XV. Es un tipo de progresión armónica, que
tiene sus derivados italianos (Follie) y francés (Folie) como los mejores
representados, sobre todo en el período Barroco. Uno de los más famosos
conciertos para violín del compositor italiano Arcangello Corelli tiene por
título “La Follie”. Hoy permanecen variantes en algunos lugares de España y
otras partes de Europa, y a pesar de casi desaparecer en el siglo XIX, ha
revivido en el siglo XX gracias a sus formas dancísticas.
Incluso en Brasil, hay una forma musical
también llamada “Fulía de Reyes”, una danza festiva asociada a bailes
africanos, y no se conoce una relación directa con las otras manifestaciones musicales
mencionadas. Lo cierto es que en Venezuela tiene sus variantes: la fulía
costeña (ejecutada en el estado Miranda), por ejemplo, que se acompaña con
tambores, se propone más festiva y alegre, pero por poseer también un carácter
religioso, tampoco se baila. Lo indudable es que la “fulía cumanesa” tiene una
identidad musical y alegórica muy particular, y su valor musical ha cobrado ya
un significado propio.
0 comentarios:
Publicar un comentario