Durante años, el único lugar donde se podía
asistir a un espectáculo de danza o ballet en Cumaná era en el auditorio del
Núcleo de Sucre de la Universidad de Oriente, ubicado en Cerro Colorado, un
espacio hasta cierto punto separado de la ciudad. Esa realidad comienza a
cambiar en 1975 cuando Leobaldo López, Mireya Tamayo y Reina Linares son llamados
por la Oficina de Coordinación Cultural de la gobernación del estado Sucre para
que desarrollaran un proyecto alrededor de la danza contemporánea. Los tres pertenecían
al elenco de Danza Integral, un grupo formado por el bailarín y coreógrafo
Rodolfo Valera en Caracas y que acababa de disolverse cuando su fundador y
director decidió continuar su formación de bailarín en Nueva York.
El proyecto de la Oficina de Coordinación
Cultural era crear la escuela de artes escénicas del estado Sucre, donde se
formarían los recursos humanos en teatro, títeres y danza contemporánea.
–Llegamos en agosto del 75 –cuenta Leobaldo
López, profesor jubilado de la Escuela, pero que permanece activo en las aulas–
y comenzamos las reuniones para planificar primero un Taller de Danza sin saber
nada de lo que era eso, cómo era formar bailarines sin haber completado nuestro
propio proceso formativo. Aunque ya teníamos experiencia como bailarines no la
teníamos como docentes. De allí que tuvimos que ponernos a estudiar,
investigar, buscar la poca información que se tenía porque la formación en
danza en el país es muy joven y más en ese momento, hace casi cuarenta años. No
había texto en el que te pudieras orientar, no había pautas que te guiaran;
tuvimos que reinventar la pedagogía, con la experiencia que teníamos como
bailarines e intérpretes. A partir de un trabajo de equipo formulamos una
especie de programa de trabajo, más que un plan de estudios. En ese momento
creíamos que lo vocacional era lo principal para la formación de un danzarín.
Empezaron un trabajo de sensibilización en los liceos de
Cumaná con las tres áreas previstas para la Escuela (teatro, danza y títeres),
primero en el centro de la ciudad y luego en la periferia, en los barrios
desasistidos de toda acción cultural gubernamental. Sensibilización y
proyección del arte, ésas eran sus orientaciones primarias. Pronto se conforma
el primer Taller de Danza Contemporánea que se hizo en Cumaná, con sede en la
Escuela de Artes Plásticas de Cumaná, y con el apoyo entusiasta de los artistas
plásticos de la ciudad.
Al año siguiente, 1976, se hace la primera
muestra del Taller en el Salón de Lectura de Cumaná. Algunos de los integrantes
de ese Taller fueron Betty Domínguez, Mercedes Balbás, Doris Díaz, Noelia
Espinoza y Marcelo Bottaro.
–Fue un movimiento audaz, agresivo y creador
–continúa López–. Algunos años después me fui a México a estudiar coreografía.
Estuve tres años y medio; regresé a Cumaná para ayudar a Rodolfo en la creación
de la Escuela con la intención de volver a México a culminar mis estudios, pero
el famoso Viernes Negro del 82 lo impidió.
Hasta ese momento, en conveniente destacarlo,
en Cumaná sólo se practicaban la Danza Nacionalista, inspirada en el estilo
desarrollado por Yolanda Moreno (y que tenía como representantes en la ciudad a
la Escuela de Danza Nacionalista, de la profesora Yoleida Díaz, y Danzas
Turimiquire, grupo de la Universidad de Oriente dirigido por el profesor Ángel Alfonzo
Albertini), y los grupos de bailes folklóricos y tradicionales. A partir de
1976, fecha de la primera presentación, esa situación cambió: se realizaron
muchísimos espectáculos y la danza contemporánea se enraizó en Cumaná.
Cuando se crea la Escuela Descentralizada de
Danza, en el 82, ya en Cumaná había siete años de tradición de danza
contemporánea.
–Había un movimiento bien establecido –afirma
Leobaldo López–, no había una escuela, pero sí la enseñanza sistematizada de la
danza contemporánea.
Fuente:
Fragmento
del artículo “Escuela de Danza Contemporánea de Cumaná: el movimiento como
vida”, de Rubi Guerra, 2014.
Los propios guerreros anja y Ramón Antonio Nuñez?
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