Todo el pueblo venezolano ama a Cruz María
especialmente los habitantes de la Península le corresponden con profundo amor
guardando su memoria y proyectando su obra en el mundo entero. Su dolor sigue
anclado en todos los que lo admiran como poeta eximio y saben de su bonhomía. Su
obra –la mayoría sonetos– estuvo influenciada por la corriente del modernismo.
Nació
en Guarataro el 03 de enero de 1892. Hijo de Antonio Salmerón y de Ana Rosa
Acosta, Cruz María estudió primaria en Manicuare y en Toporo, un barrio de Cumaná,
bajo la conducción de Pedro Luís Cedeño.
Se graduó de Bachiller en Filosofía y Letras
en el Colegio Federal de Cumaná en 1910, dirigido por el maestro José Silverio
González Varela. Funda, conjuntamente con su gran amigo José Antonio Ramos
Sucre, también como él, poeta, la revista literaria Broche de Oro, y además
colabora en publicaciones como: Satiricón, La U, Claros del Alba, Élite, Renacimiento, el
Universal y El Nuevo Diario. Viaja a Caracas para estudiar Derecho, pero por
dos años, apenas, debido al cierre de la universidad por el gobierno de Juan
Vicente Gómez. En 1913, vuelve a su pueblo.
Posterior a su regreso, su hermana
Encarnación muere, al igual que su hermano Antoñico, asesinado por el jefe
civil del pueblo. Ante este hecho, Salmerón decide enfrentarse a la autoridad y
es encarcelado en Cumaná durante un año. Al salir de prisión se refugia
nuevamente en Manicuare, en una pequeña casa construida especialmente para él.
Repentinamente, al ser diagnosticado con la
enfermedad de Hansen (lepra), su vida da un giro y escoge Manicuare, en la
Península de Araya, como el lugar donde transcurriría el resto de su vida. Muere
el 30 de julio de 1929.
Manicuare sufrió una aguda sequía. Al
fallecer Cruz Salmerón Acosta, el 30 de julio, en el pueblo vuelve a llover.
Esta coincidencia se ha convertido en leyenda y parte del acervo cultural de la
región, expresado popularmente en piezas musicales como la Canción Cumanesa,
del cantautor Alí Primera.
En 1952, se publica la primera recopilación
de sus poesías, en la obra “Fuentes de Amargura”, donde trasunta el dolor que
lo laceraba. “Azul” es su poema más recordado:
Azul de aquella
cumbre tan lejana
hacia la cual mi
pensamiento vuela
bajo la paz azul de
la mañana,
¡color que tantas
cosas me revela!
Azul que del azul del
cielo emana,
y azul de este gran
mar que me consuela,
mientras diviso en él
la ilusión vana
de la visión del ala
de una vela.
Azul de los paisajes
abrileños,
triste azul de mis líricos
ensueños,
que me calma los
íntimos hastíos.
Solo me angustias
cuando sufro antojos
de besar el azul de
aquellos ojos
que nunca más
contemplarán los míos.
Pero
muy bellos y significativos son también, “Piedad”:
No, no era amor lo
que ella me tenía;
era tal vez piedad,
lástima era,
porque mi oculta pena
comprendía
y ella se compadece
de cualquiera.
Mientras voy
recobrando mi alegría
animado, quizás de
una quimera,
se va tornando mucho
menos mía
como si ella ya no me
quisiera.
Yo si he formado de
mi amor un culto,
desde que aquí mi
juventud sepulto
y la aureola del
martirio ciño.
No me quietes, Señor,
mi sufrimiento
si es que habré de
perder con mi tormento,
la conmiseración de
su cariño.
“Cielo y Mar”, primer soneto escrito en 1911:
A
José Antonio Ramos Sucre
En este panorama que
diseño
para tormento de mis
horas malas,
el cielo dice de
ilusión y galas,
el mar discurre de
esperanza y sueño.
La libélula errante
de mi ensueño
abre la transparencia
de sus alas,
con el beso de miel
que me regalas
a la caricia de tu
amor risueño.
Al extinguirse el
último celaje,
copio en mi alma el
alma del paisaje
azul de ensueño y
verde de añoranza;
y pienso con obscuro
pesimismo,
que mi ilusión está
sobre un abismo
y cerca de otro
abismo mi esperanza.
y
“La Nueva Andalucía”:
Tiene todo el encanto
de una diosa: de Diana,
junto al río que besa
su casto pecho en flor;
de Venus, junto al
mar azul y porcelana
que la envuelve de
espumas, en un largo rumor.
En sus espejos
líquidos dibújase galana
como un paisaje lleno
de sideral fulgor;
se empurpura de rosas
su río en la mañana
y su mar en la tarde,
se anega de esplendor.
Es Nereida y es
Néyade, canta o llora su pena
con la triste armonía
de una dulce sirena
en sus aguas sonoras,
con el beso lunar.
Y la risa del sol
ameniza su hastío:
y se duerme
escuchando la sonata del río
y despierta loada por
el himno del mar.
Bibliografía:
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